En primer lugar, si alguien espera ver un remake del mítico film de la Universal, mejor que se la alquile en DVD -si es que no la han descatalogado- o que se espere a una reposición en algún cine o filmoteca, porque esta nueva momia apenas tiene que ver con la primera, ni siquiera con la numerosas versiones posteriores. Para empezar, la nueva momia no da miedo, si acaso algún que otro sustillo, sino que es un digno film de aventuras, a medio camino entre Beau Geste y En busca del Arca Perdida, dotada de un sentido del humor ingenuo, casi como de dibujos animados, en el que los protagonistas y el argumento quedan difuminados ante el auténtico recital de efectos especiales creados por la ILM (como anticipo, quizás, del, en su momento, ansiado Episodio 1 de La Guerra de las Galaxias) y con mucho de homenaje a los clásicos del género, incluido uno muy directo al gran maestro Ray Harryhausen, autor, entre otros, de los, aún hoy, impactantes efectos visuales de Jasón y los Argonautas.
Entre alusiones -más o menos afortunadas e interesadas- al cautiverio judío en época de los faraones (referencias a «la lengua de los esclavos» y a las plagas bíblicas), paralelismos con la mitología vampírica (en especial, con el atormentado Drácula, llevado a extremos de romanticismo casi enfermizo por Francis Ford Coppola) y descarados guiños al subconsciente colectivo del espectador, que inmediatamente reconoce escenas como la de los legionarios defendiendo las ruinas del ataque de los beduinos, las accidentadas carreras por los laberínticos pasadizos del templo, los espejos que descubren los tesoros ocultos bajos la antigua ciudad egipcia, el duelo (con frenética travesía sobre camello incluida) entre los dos grupos de exploradores a la caza del preciado botín, los enérgicos conjuros resucitadores (desconozco hasta qué punto los filólogos y arqueólogos conocen la expresión verbal del antiguo lenguaje egipcio) o los continuos flirteos y riñas entre la pareja protagonista: el insolente y socarrón galán (un cada vez más asentado y versátil Brendan Fraser) y la intrépida y algo patosa heroína (la hermosísima Rachel Weisz). Ambos, francamente bien acompañados por un elenco de secundarios que se ajustan perfectamente al perfil de personajes, auténticos clichés, de este tipo de superproducciones.
En resumidas cuentas, un entretenido espectáculo, con fuerte carga visual y contenido inofensivo, para mayor regocijo de niños y mayores sin mayores pretensiones que pasar un buen rato disfrutando de las noches veraniegas frente a la gran pantalla, atiborrándose de palomitas y coca-colas, mientras los sesudos cinéfilos nos cagamos en la madre que parió al mocoso que no para de hacer ruido con la bolsa de cheetos.