Más que agradable sorpresa la de este film, revelación del Festival de Sitges 2000, un thriller que, pese a tratar un clásico argumento de venganza, con el inevitable ingrediente de la mujer fatal, está contado de una forma original: del revés, o sea, anteponiendo, a través de los distintos segmentos en que se divide, los efectos a las causas, y con la particularidad de la extraña amnesia del protagonista, capaz de recordar episodios de su vida anteriores a la muerte de su esposa, a quien trata de vengar, pero que pierde su memoria presente cada quince minutos, lo que le obliga a recoger datos a partir de fotos y notas escritas (algunas, tatuadas en su cuerpo) de forma metódica, con el único objetivo, convertido en causa existencial, de encontrar al supuesto violador y asesino de aquella.
La constante irrupción de un personaje inquietante, un tal Teddy, de quien desconocemos sus motivaciones personales, la confusa aparición en escena de la chica (magnífica Carrie-Anne Moss), los flash-backs relacionados con un caso, similar al del protagonista, y que este investigó cuando trabajaba para una agencia de seguros, conforman un cuadro de situaciones y personajes de gran complejidad (en ciertos momentos, quizás, demasiada) tan pretencioso como, a la postre, bien resuelto con un maquiavélico giro en la trama, con el que el realizador y guionista Christopher Nolan desvela la última pieza de un puzzle, hasta ese momento, indescifrable, aunque sin caer en el mero golpe de efecto, como ocurre, por ejemplo en El Sexto Sentido o en Sospechosos Habituales.
En definitiva, un film inteligente, que fuerza al espectador a pensar, y que, de haber contado con verdaderas estrellas en su reparto (Guy Pearce es un sensacional actor, pero carece del caché de un Keanu Reeves y mucho menos de un Tom Cruise), seguramente, a estas alturas, se estaría hablando de ella como una firme candidata a alguno de esos preciados galardones que se entregan estos días. Lástima, pues esta película, así como su creador, no deberían pasar desapercibidos.