Torrente, el brazo tonto de la ley: La conjura de los necios

Tras varias exitosas incursiones en el terreno del cortometraje, por fin, , uno de los personajes más creativos y «sui generis» de la escena cultural española, debuta a lo grande en este peculiar largometraje, heredero de la comedia costumbrista patria más entrañable y, a la vez, más casposa, con personajes patéticos, pero que no son más que un reflejo distorsionado de nuestra sociedad, empezando por el protagonista, un policía fascista, racista, machista y del «Atleti», estandarte del franquismo ideológico superviviente aún en nuestro democrático país. El gran acierto de Santiago Segura consiste en presentárnoslo como un tipo afable, simpático pero incorruptible y firme en sus convicciones, en un alarde de incorrección política tan discutible como refrescante, con un sentido del humor la mar de corrosivo.

El guión, a mi juicio, deslavazado e incoherente, es lo de menos. Lo importante es el modo, casi cariñoso, como el director refleja el acontecer cotidiano del orondo policía (interpretado por el propio Santiago Segura) y sus compañeros de fatigas, destacando, por encima de todos, un estupendo , como el coleguilla algo obseso del protagonista, la jugosa , de parecido asombroso con , como la vecinita cachonda, y por supuesto el gran , recuperado inteligentemente por Santiago Segura, quien interpreta al padre, obligado a pedir por las calles, del cruel policía.

Estos y otros personajes, interpretados en su mayoría por personajes muy conocidos por el público (entre ellos el fallecido ), entretejen una trama bastante deslavazada de traficantes de droga y restaurantes chinos, donde lo que más interesa es el calculado tono castizo y neo-realista (curiosa mezcla de estilos), acentuada por una cutre, aunque resultona, banda sonora (con temas cantados, entre otros, por el «Fary»), que el director-actor-guionista da a todas y cada una de las situaciones, con algún pequeño guiño malicioso al cine yanqui de acción más hortera. Sin olvidar, como ya hemos comentado, la ambigüedad -para muchos polémica- del personaje central.

Y es que convertir a un fascista despreciable en héroe -o antihéroe- de una película siempre resulta, cuanto menos, arriesgado. A todos esos apologetas de lo políticamente correcto les recomiendo que, en un rato libre, se lean esa magistral obra de John Kennedy Toole titulada La conjura de los necios, a mi juicio, el mejor libro escrito en el siglo XX, y con el que Torrente guarda -salvando las distancias- curiosas similitudes. ¿Es Torrente la versión madrileña y facha de Ignatius Reilly? Juzguen ustedes.