Considerada, tal vez precipitadamente, como la película más esperada del momento, The Blair Witch Proyect es una muy interesante ópera prima, propia de dos mentes privilegiadas, que plantea una acertada reflexión acerca de lo real y lo aparente, aparte de constituir un perfecto análisis de los mecanismos del terror en estado puro, pero cuyo mayor logro ha sido revolucionar las normas no escritas sobre la promoción y explotación comercial de las películas, a través de una táctica de guerrilla que ha tenido como campo de batalla estelar la red de redes: Internet.
Con un presupuesto ínfimo (aunque convenientemente maquillado por la distribuidora, que no ha sumado los gastos de postproducción ni los de explotación, que ascienden a más de 30 millones de dólares) y un espíritu innovador, quizás demasiado, el proyecto de Sánchez y Myrick parte de un planteamiento de falso documental para ir derivando hacia terrenos hiper-realistas, no siempre bien resueltos, que tratan de involucrar al espectador en un juego de falsas verdades y mentiras a medias, de las que ni siquiera los propios protagonistas, absolutos desconocidos, hasta ahora, han podido escapar. Es el propio film el que aporta una estupenda clave para entender el propósito de los directores. Concretamente, en una de las escenas, uno de los protagonistas cree entender la razón por la que a la integrante femenina del trío, y directora del proyecto, le gusta tanto mirar a través de su cámara de vídeo, llegando a la siguiente conclusión: «Lo que ves a través de ella no es real, es un filtro de la realidad». ¿Acaso no es eso, exactamente, lo que percibimos a través de la televisión, o de cualquier medio de comunicación: la realidad filtrada, mediatizada, que nos distancia de la verdad al tiempo que nos la muestra?
El siguiente hallazgo del film tiene que ver con su adscripción al género de terror. Mucho antes de sentirse perseguidos, los protagonistas caen en una profunda ansiedad, generada por el aislamiento, el sentirse perdidos, el convencimiento de que nadie les encontrará, de que nadie les buscará, pese a que la protagonista aluda al patriotismo americano, ante la irónica burla de sus compañeros, que no dudan en entonar el «América, América» e incluso el himno de los Estados Unidos. Cuando el miedo de los tres estudiantes comienza a concretarse, lo hace de forma casi implícita. En ningún momento observamos cara a cara la amenaza, la percibimos en el sonido, en la oscuridad, también en los silencios (el film carece de música, salvo en los títulos de crédito finales), las miradas aterrorizadas de los muchachos. Es terror en estado puro, ansiedad que se torna, a veces, en morbosa curiosidad («¡tengo que ver lo que es eso!» – repiten incesantemente los protagonistas) que nunca se verá satisfecha, pues el final, deliberadamente confuso y extraño no arroja ninguna luz que descifre el enigma.
Pero el gran hallazgo del film no se haya en sus méritos artísticos, que los tiene, al igual que numerosos defectos (secuencias que sobran, guión forzado y pretencioso, montaje demasiado coherente que pone en peligro el pretexto argumental de la película, etc.), sino que atañen a lo puramente comercial.
El Proyecto de la Bruja de Blair significa, a mi juicio, un antes y un después en cuanto a política de promoción de películas se refiere. Cimentada sobre su página web, www.blairwitch.com, la estrategia publicitaria, basada en la información progresiva, abierta, extensa, participativa, capaz de involucrar a millones «visitantes» diarios, ha funcionado con la perfección de un reloj suizo. Tal repercusión ha adquirido dicha táctica, que, incluso, hay quien, acertadamente, considera a The Blair Witch Proyect, la película, como una prolongación de su página en Internet, o sea, al contrario de lo que, hasta ahora, era lo común y, en cierto modo, lógico. Sólo por ello, esta película merece ser calificada como pionera, un ejemplo a seguir en adelante. De hecho, ya comienza a haber imitadores (el ejemplo más evidente es New Line Cinema, que ya ha empezado a divulgar imágenes de El Señor de los Anillos, incluso antes de que Peter Jackson, quien también ha dado a conocer públicamente el guión, inaugure el rodaje de la misma), que han optado por esta política frente al secretismo de las grandes productoras y de sus vacas sagradas, llámense Lucas, Kubrick o Spielberg. ¡Hoy el público quiere información!